En su habitual columna para el Diario La Nación, la capitana, se refirió al apoyo que recibe de su familia.
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Luciana Aymar (Foto: Frank Uijlenbroek - FIH)
Ahí en la Villa es todo un tema el «robo» de bicicletas entre la delegación argentina, cada vez que vamos y volvemos del comedor. Ahora ya aprendimos: compramos candados para que nadie las agarre. Todo sea por caminar menos. Volviendo al hockey, por suerte cada vez me siento mejor en la cancha. En los primeros partidos tenía un nudo en la garganta; sentía mucha incertidumbre. Pero con estas victorias la confianza va en aumento. Ustedes se preguntarán qué nos decimos en el banco de suplentes cuando termina el partido. Esta vez fue más que nada una arenga, pero también hablamos de no retroceder en la cancha, como nos pasó en el final por la adrenalina y los nervios. Es algo que debemos corregir sí o sí ante Australia. Les juro que no sabía que me había convertido en la máxima goleadora argentina en los Juegos Olímpicos, con 11 tantos. Cuando me enteré, dije: ¿A Sole García superé? Para ser sincera, tampoco tengo idea cuántos goles hice en mi carrera, no me interesan mucho las estadísticas. Vamos a ver qué sucede contra las australianas, ellas son muy corredoras, pero al mismo tiempo es un partido que me gusta porque
tengo más espacios para jugar.
Muchas cosas me ponen contenta en estos Juegos Olímpicos. Además del triunfo de anoche contra Alemania, para mí es una gran contención que mis papás Nilda y René estén acá en Londres conmigo. Como sabía que era mi última participación con el seleccionado, mi papá finalmente se decidió a venir, pero fue un tema que en mi familia se charló durante todo el año. No sabían qué hacer, aunque a último momento, mi mamá lo convenció y le dijo: «Vamos, tenemos que viajar que éste es el último torneo de Luciana». En realidad, las únicas veces que estuvo presente él en las tribunas fue para el Mundial y el Champions Trophy de Rosario. Mi papá es muy detallista cuando ve a las Leonas y me hace críticas constructivas; me pregunta cómo me siento, fijate en esto, en lo otro, y así. La idea en este día previo al partido con Australia es juntarme con mis papás en la Villa Olímpica y charlar un poco.
Ahí en la Villa es todo un tema el «robo» de bicicletas entre la delegación argentina, cada vez que vamos y volvemos del comedor. Ahora ya aprendimos: compramos candados para que nadie las agarre. Todo sea por caminar menos. Volviendo al hockey, por suerte cada vez me siento mejor en la cancha. En los primeros partidos tenía un nudo en la garganta; sentía mucha incertidumbre. Pero con estas victorias la confianza va en aumento. Ustedes se preguntarán qué nos decimos en el banco de suplentes cuando termina el partido. Esta vez fue más que nada una arenga, pero también hablamos de no retroceder en la cancha, como nos pasó en el final por la adrenalina y los nervios. Es algo que debemos corregir sí o sí ante Australia. Les juro que no sabía que me había convertido en la máxima goleadora argentina en los Juegos Olímpicos, con 11 tantos. Cuando me enteré, dije: ¿A Sole García superé? Para ser sincera, tampoco tengo idea cuántos goles hice en mi carrera, no me interesan mucho las estadísticas. Vamos a ver qué sucede contra las australianas, ellas son muy corredoras, pero al mismo tiempo es un partido que me gusta porque tengo más espacios para jugar.
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